La sala Che Guevara, de la capitalina Casa de las Américas, cerró su programa de actividades en este 2011 con un singular concierto. Dentro del espacio Música en la Casa, se presentaron la flautista Niurka González y el guitarrista Joaquín Clerch, en un programa que, para decirlo en pocas palabras, derrochó virtuosismo y buen gusto.
En épocas donde la vulgaridad sonora más galopante y chapucera campea por sus respetos, reconfortan hechos como este concierto. Baste decir, como medida inicial de mérito, que la asistencia resultó nutrida y que colmó el espacio de la sala. Y que, además y para bien, se trató de un público muy diverso donde no escasearon los rostros jóvenes, y que disfrutó a plenitud de la función.
Aunque la lista sería casi interminable, debido al destaque de ambos en sus respectivas carreras, no huelga una breve referencia a los dos músicos. Niurka ha sido multipremiada con lauros nacionales e internacionales. Baste subrayar el Primer Premio en el Concurso del Conservatorio Superior de París, en 1997, además de una larga data de premios en nuestro país. Posee ya sólidas huellas de su quehacer musical, que incluye grabaciones discográficas (como su disco Flauta virtuosa, en 2003, más participación en otros fonogramas), múltiples actuaciones en solitario o con importantes artistas en varios países, y haber recibido clases de muy renombrados maestros, así como impartirlas ella misma, en Cuba y en el exterior. Además de su carrera como intérprete, se desempeña como profesora en el Instituto Superior de Arte, donde se graduó con Diploma de Oro, en 1999.
Joaquín Clerch, por su parte, ha recibido también clases de muy importantes maestros de la guitarra, cubanos y foráneos. De sus muchos premios, alcanza con mencionar sus triunfos en los concursos de guitarra Manuel Segovia, en Granada, España; en el Heitor Villalobos, en Brasil; o en otros certámenes en Alemania y Bélgica. Ha compartido grabaciones y presentaciones con muy destacados músicos del ámbito clásico internacional y varias obras han sido escritas especialmente para que fueran estrenadas por el guitarrista. Actualmente, es catedrático de la Universidad de Música, Robert Schumann, en Dusseldorf.
El programa del concierto, amplio, surtido, viajó desde las obras de un Franz Schubert, pasando por Astor Piazzolla o Mario Castelnuovo–Tedesco, hasta un Manuel de Falla, entre otros autores. Y resultó una presentación de lujo, con la oportunidad de ver en directo a dos ejecutantes que, sin duda, están entre los más virtuosos y de más depurado talento con los que cuenta Cuba.
La apertura fue con la Sonata, de Schubert, en tres movimientos difíciles, de gran requerimiento interpretativo, en especial para la flauta. Una pieza donde los sonidos viajan desde pasajes iluminados hasta otros de corte algo más sombrío. Donde la flautista se mostraba igual sublime o afirmativa, que paseaba en lentas volutas de cierto aire melancólico o en más firmes fraseos, siempre en un fresco intercambio con la guitarra. Aunque las cuerdas de esta obra rondaban más en aire de complicidad, de complemento un poco menos al descubierto, dejando vibrar y lucir al viento metal.
Luego, la Sonatina para flauta y guitarra (Op. 205), de Castelnuovo–Tedesco, ofreció una excelente oportunidad para el diálogo entre ambos instrumentos. Unidos a dos voces, de muy sensible vibra y singular resultado, dado el carácter tan disímil de los sonidos del metal y de las cuerdas, hubo vitales contracantos, secciones para destaque de una u otro intérprete y más asentados pasajes donde los dos instrumentos se acompañaban, se disfrutaban y decían mutuamente, en amorosa, intensa aunque para nada estridente, orgía sonora. Una pieza de mucha exigencia para la flautista, que sorteó con destreza y lucimiento la partitura y de compleja ejecución en la guitarra, que tampoco se quedó atrás en su entrega.
Después del intermedio, regresaron los dos artistas a la escena. Clerch aprovechó para comentar al respetable su contento por la presencia en este concierto en la Casa y por compartir escenario con una maestra como Niurka González. Explicó también que el repertorio presentado era en parte original y en parte arreglado; sobre este punto, señaló que no abundaban las obras para guitarra en el siglo XIX y que por eso fue preciso preparar varias piezas para poder interpretarlas en el formato de la presentación.
Quizá por cercanía continental o por identidad de temperamento, pero la Historia del tango, de Astor Piazzolla, fue una de las obras más disfrutadas. Otra vez la flauta encaró un duro trabajo, y ahora sí abundó más la presencia sonora de la guitarra. No resulta necesario reiterar el virtuosismo de Niurka González, que transmitió en esta pieza, esa afilada, agreste y a la vez triste y vulnerable dureza del tango. Siempre como si una sonrisa fuera máscara y llevara lágrimas tras de sí; siempre, aun a través de la hermosura de la música, encarnando lo sombrío de arrabales, madrugadas y “malevajes” con penas amantes. Igualmente, Clerch demostró su impresionante limpieza sonora en la ejecución, y su capacidad de emisión sentimental. Desde la violenta energía que encarna el género sureño, que requiere de fuerza y corazón al tocar, hasta la sutil y suave resonancia de los dolores del amor o de la vida, dicho con gentileza y sombría ternura desde las notas. Todo eso, encerrado en la genialidad de los acordes de Piazzolla y traído a la luz por dos magníficos instrumentistas.
Para el final, tocadas como una suite, tres obras de la autoría de Jacques Ibert, Enrique Granados y Manuel de Falla, respectivamente. Otra vez brillaron los dos artistas al ejecutar. Aunque en el conjunto, tal vez sea esa Danza española, de Falla, la que cargó consigo mayor fuerza y hondura, además de proporcionar un magnífico broche sonoro. De cualquier modo, la larga ovación que prodigara el público asistente, dejó claro que todo el programa fue de altísimos quilates. No todos los días es posible tener al alcance del oído a dos intérpretes musicales del mayor nivel. Y se agradece sobremanera.
Enhorabuena para la Casa por este regalo de fin de año y, sobre todo, para quienes pudimos disfrutarlo. A los artistas, muchas gracias por tan sentida y exquisita velada y más y mejores éxitos para con sus carreras. Ojalá se repitan funciones como esta.
Por Antonio López. La Jiribilla
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Disponible en: http://www.lajiribilla.cu/2011/n555_12/555_06.html