Cuando algunos canales de difusión aún no muestran en toda su magnitud la diversidad de las inquietudes musicales de la juventud cubana, resulta particularmente interesante ver cómo no pocos jóvenes han colmado los escenarios del X Festival Nacional de Música de Cámara para disfrutar con conocimiento de causa del alcance de obras con un universo de alta valía y de notable creatividad.
Por un lado ahí descansa una de las ganancias de este Festival, que tiene como presidente de Honor al maestro Frank Fernández. Pesa también la iniciativa de haber logrado que la TV Cubana transmita los conciertos. Por otro, la convocatoria ha derribado algunas miradas que reducen a un pequeño coto intelectual la música de cámara. Dichas premisas fueron confirmadas desde el programa inicial, cuando llegaron a la Basílica San Francisco de Asís un colectivo de intérpretes que hicieron gala de suficientes virtudes para ratificar las premisas de calidad que alimentan el espíritu del encuentro.
La tarde se dividió en dos partes en la que cada uno de los músicos mostró diferentes caminos para asumir la creación y la pertinencia del repertorio escogido para el momento. En la primera hizo brillar su voz la soprano Bárbara Llanes, en la interpretación de temas como Claro de luna (Gabriel Faure), Canción triste (Henri Duparc) y Lied Auf dem Strom D. 943 (Franz Schubert).
Las cualidades vocales de la Llanes estuvieron al servicio de jóvenes que exhibieron una atendible solidez interpretativa, que les abrió las puertas para abundar en los paisajes sonoros de piezas de hondo calado como Humoreske (Gracyna Bacewicz) y Première rhapsodie (Claude Debussy).
Así, con mucha solvencia, las violinistas Mónica Betancourt y Jenny Peña; la pianista Karla Martínez y la cellista Maylín Sevilla, así como Anolan González (viola), Susana Venereo (corno) y Arístides Porto (clarinete), contribuyeron particularmente al programa y lo hicieron con interpretaciones en las que expusieron su clase al hacer patente la calidad de la escuela cubana de la música clásica.
La directora Daiana García reveló una gran personalidad creativa en la segunda parte del concierto. Esos detalles no fueron triviales. El hecho es que la directora de la Orquesta de Cámara de La Habana impuso su talante cuando se colocó al frente de su colectivo para ofrecer diversas lecturas de Tres bailables manzanilleros, de Carlos Borbolla, en las que los instrumentistas hicieron valer su clase durante todo el trayecto, especialmente en la puesta en órbita de Bunga y Jaleo, pieza que dio pie a que el ensemble pudiera poner a punta sus distintos registros musicales. Brillante fue la incorporación de los dúos Ondina, compuesta por la flautista Niurka González, y la pianista María de Henar Navarro, y Promúsica, conformado por Alfredo Muñoz (violín) y María Victoria del Collado (piano).
Los músicos se sumaron a la Orquesta de Cámara para desplegar, respectivamente, Balada para flauta, piano y orquesta de cuerdas (Frank Martin) y el Concierto en re menor para violín, piano y orquesta de cuerdas (Félix Mendelssohn), en una hábil ejecución llena de una música soñadora y sutil que merece una mención especial dentro de las notas del Festival.
Por Michelle Hernández
Fuente: Granma
Disponible en: http://www.granma.cubaweb.cu/2012/11/17/cultura/artic01.html