Los tres primeros conciertos del Festival Leo Brouwer de Música de Cámara trascienden por su calidad interpretativa y la exquisita selección de su repertorio
Cuando el actor se desdobló y llegó al clímax de su virtud, hace tres noches en el teatro Mella, hubo un brevísimo silencio del público antes de los aplausos. Instante de éxtasis quizá, ante la majestuosidad de un texto popular que se equilibra con la capacidad de emocionar de la melodía que lo que acompañaba.
Osvaldo Doimeadiós absorbió en sus venas la Balada para un loco, que musicalizó el genio argentino Astor Piazzolla y cuyo texto fue firmado por Horacio Ferrer. Seguido por los perfectos acordes de Ernán López-Nussa, Doimeadiós nos develó el sentido mismo del tango, género popular porteño mundialmente famoso, gracias a Carlos Gardel y un grupo de compositores e intérpretes del país sudamericano.
Para descorrer las cortinas del estilo esa noche, una amplia gama de formatos pequeños hizo suyas partituras de Juan José Iturriberry, Marlos Nobre, Luis Bacalow y el astro ruso Igor Stravisnky, del que apreciamos una pieza única: Tango para ensemble de cámara, como regalo de apertura de Perpetual tango, el tercer concierto del Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, que por estos días acoge la capital.
Fue el propio Brouwer quien nos introdujo como guía de los músicos que se apropiaron de la composición de Stravinsky, una obra bella y que figura muy poco en los repertorios de las orquestas.
Una segunda ocasión hizo que Leo retomara la batuta, ahora al frente de la Orquesta de Cámara de La Habana y el acordeonista italiano Marco Lo Russo. Esta vez nos reencontró con una hermosa pieza: Il postino, de Bacalov, recordada por muchos ya que forma parte de la banda sonora del filme El cartero de Neruda (1994), inspirado en la novela Ardiente paciencia, del chileno Antonio Skármeta.
Al repasar los programas de cada una de las noches en que el Festival Leo Brouwer se ha adueñado de la escena musical habanera (4, 5 y 6 de octubre pasados), debemos reconocer la inmejorable selección de cada una de sus propuestas. Con una organicidad propia, cada velada destaca una temática que repasa armónicamente el hacer de una región o género musical.
De ahí que nos sacudiera una y otra vez ese exquisito viaje por la música norteamericana hecho por las afamadas pianistas Marielle y Katia Labéque, el jueves último en el teatro Karl Marx. Las artistas francesas no solo estremecieron con un clásico del jazz como Rhapsody in blue, de George Gershwin, sino que al llegar a Wet side store. Shymphonic dances and songs, de Leonard Bernstein, elevaron la versatilidad de su ejecución con las potencialidades de la percusión que también ofrece la versión de Irwin Kostal, y se hicieron seguir por el baterista Raphael Seguinier y Gonzalo Grau en las congas.
Y para dibujarnos un cuadro melódico Desde el Mediterráneo, el programa del pasado viernes en el cine-teatro Astral mostró la simbiosis interpretativa de los participantes cubanos y extranjeros del Festival —rasgo que hemos visto durante las presentaciones del evento.
Un diálogo intenso entre la flauta y el acordeón se palpó en La región más transparente, de Brouwer, donde apreciamos a un dúo singular: Niurka González y Marco Lo Russo. Minutos antes, el acordeonista italiano había deleitado con su visión de la ópera El barbero de Sevilla, de Rossini, y Paisaje cubano con campanas, de Leo.
La noche tuvo como punto supremo la Sonata para archilaúd, donde el bosnio Edin Karamazov devolvió en clave de archilaúd barroco toda la viveza de la pieza creada especialmente por Brouwer para el instrumento.
Para cerrar la jornada: Ernán López-Nussa (piano), Gastón Joya (bajo) y Enrique Plá (batería), en ese especial pequeño formato jazzístico que los une desde hace varios años, desbordaron la velada con un trío de composiciones de Ernán: Madre Scarlatti, Scarlatti jam y A la antigua.
Sin dudas, el Festival Leo Brouwer de Música de Cámara nos ha propuesto un repertorio peculiar que se sale de las formas que rigen a eventos similares en el mundo. Un maridaje perfecto de música inteligente figura en cada encuentro, que no desdeña géneros ni formatos pequeños menos convencionales. Sus protagonistas, cómplices de lo que veremos, brindan su virtuosismo para adentrarnos en un universo sonoro sensible, necesario.
Por: Yelanys Hernández Fusté. Foto: Roberto Ruiz
Fuente: Juventud Rebelde
Disponible en: http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2012-10-08/paisaje-musical-necesario/