A partir del mito de Orfeo y las siete cuerdas de su cítara, el Maestro Juan Piñera (para festejar sus 71 años de edad el mismo día de su cumpleaños), presentó una selección de sus Órficas en la sala de conciertos de la antigua Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, del Centro Histórico habanero.
A través de una progresión matemática de las cuerdas de Orfeo, traducidas al piano e instrumentos coprotagónicos, recibimos una selección de lo que ha sido el álbum doble que produjo el sello Colibrí del Instituto Cubano de la Música.
La tarde del 19 de enero arropó el acontecimiento, y como mirada fina y profunda de lo que se ha dado en llamar choteo cubano, serían vistas con otros lentes importantes creaciones de grandes autores al conformar el unitarismo resultante en la gran obra, que son las Órficas de Juan Piñera.
Órfica I (Obertura mínima); Miniatura con sordina (Órfica II) así como Con el espíritu de Darius Milhaud (Órfica III) dieron inicio al programa. Las tres breves piezas cargadas de profunda sensibilidad poética y alto vuelo sensorial fueron bien entendidas y ejecutadas por el Dúo Promúsica que integran los maestros Alfredo Muñoz (violín) y María Victoria del Collado (piano).
La audición prosiguió con una secuencia de siete movimientos musicales titulada De como Dimitri Shostakóvich bien casó con Ekaterina Ismaelova… Cual símbolo de los siete pecados capitales que bien pudieron haber atormentado a Dimitri Shostakóvich, o una homologación con las siete cuerdas que tocara Orfeo, devino esta pieza de siete movimientos; a través de músicas particularmente releídas y reinterpretadas, donde ninguna pudo sobresalir sobre otra, toda vez que resultaron ser ensoñadoras, como solo lo logra el buen arte.
A pesar de la contemporaneidad expresa, el discurso melódico resultó tan coherente y poético que aquietó a ultranza a un público demandante y atento. El trío que unió al Dúo Promúsica y a la violista Anolan González protagonizó tamaña entrega.
Para completar la primera parte se dejó escuchar la Órfica VI subtitulada: La Gaviota o Chejoviana como tributo al escritor ruso Antón Chejov y su obra homónima.
Es esta una creación de raigambre más visceral y profunda, con texturas frágiles pero austeras y convincentes que (encadenadas) sedimentaron una partitura bien sólida; sumando esta vez a la flautista Niurka González al Dúo Promúsica.
La segunda parte inició con una selección de Miradas, incluyentes de un Vals en 4×4 dedicado a Francis Poulenc; y la Apropiación de una evocación a Sergei Prokófiev con atisbos sonoros subyacentes de la impronta rítmica de Amadeo Roldán (reto de mayores empeños para el piano); además de la revisitación de la música de Béla Bartók que sobrevino en la pieza A propósito de su microcosmos…, para ser rompecabezas de bellísimo entretejido y expresivas melodías.
De igual modo un Salve a Olivier Messiaen: ¡Ave Olivier!, resulto del uso inteligentísimo de recursos sonoros de alta demanda técnica; como también Eros baila con György Ligeti, tributo de Juan Piñera al legado del renovador Ramiro Guerra, Premio Nacional de Danza.
Esta selección de Miradas sumó la compilación de recursos sonoros ya casi desconocidos, poniendo al descubierto la paleta sonora interna del compositor, que bien entendieron el Dúo Promúsica y Niurka González, en la flauta y el piccolo.
Para concluir, Órfica VII (El bolero de Ravel según un tercermundista): atinada recreación de tan colorida obra universal que traspasó sus propios umbrales, para convertirse en armonías y yuxtaposiciones melódicas en engranaje perfecto (casi psicodélico), llegando al éxtasis sonoro por su complejidad y demanda de inteligencia que (a ultranza) no se pensaría en revisitarla.
Los asistentes fuimos así, partícipes de un repertorio que se entregó como acto de vida, con emoción perenne y donde ningún estímulo sonoro quedó en deceso; para coronar una noche de impresiones sonoras que solo logran los grandes, como Juan Piñera.
Por Daniel Noriega. Radio Musical Nacional.