La reconocida concertista Niurka González conversa sobre sus inicios en la música y el desarrollo de su carrera artística
José Luis Estrada Betancourt
14 de Marzo del 2015 21:32:56 CDT
Vino a este mundo con unos enormes deseos de cantar, aunque con el tiempo llegó a considerar que no poseía aptitudes para el canto. Y no obstante, la experiencia que vivió de pequeña con el grupo Meñique, bajo la tutela de la notable maestra María Álvarez Ríos, le valió de mucho a la dotada concertista Niurka González: «Me puso en el camino de la música», le confesó en exclusiva a Juventud Rebelde. «No encuentro que mi voz sea nada especial… eso en cuanto al canto. En cuanto a María Álvarez Ríos, siento un gran agradecimiento hacia su persona. Una profunda admiración por la labor que realizó y por su condición de pedagoga excepcional», reconoció quien a los 11 años debió escoger entre diferentes instrumentos: flauta, clarinete, saxofón, percusión, guitarra, trompeta...«Bueno esa elección siempre es complicada. En mi caso te digo que no podía haber sucedido de mejor manera. Empecé en el conservatorio con clarinete (no alcancé plaza para flauta) y luego vino la flauta porque siempre me apasionó ese instrumento. Finalmente terminé excepcionalmente mis carreras (flauta y clarinete). «Y digo excepcionalmente porque fue un caso raro, creo: si mal no recuerdo, fue la primera vez que se autorizaba una doble carrera en instrumentos de viento», afirmó al diario esta destacada intérprete que actuara recientemente como solista en la Semana Mozart en Salzburgo, junto a la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte (ISA). Era la primera vez que la joven orquesta, adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana y dirigida por José Antonio Méndez Padrón, se presentaba en Europa, pero ¿estaba Niurka nerviosa? «La obra de Mozart me acompaña desde principios de mi carrera musical, a pesar de que no tenemos demasiado repertorio para flauta (Mozart declaraba que era un instrumento demasiado desafinado). La belleza incomparable de las frases musicales y la exigencia técnica y expresiva que requiere la interpretación de sus composiciones me apasionan, de modo que desde temprano he trabajado casi toda su producción para mi instrumento. «Para la presentación en la Semana Mozart en Salzburgo, fui convocada por la misma orquesta. Este concierto implicó una gran responsabilidad, sin embargo, tocar acompañada de la Orquesta del ISA adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana, que lleva adelante un trabajo profundo con toda la música que interpreta, resulta un gran placer para mí. ¿El principal reto que enfrenté? El mismo que si el concierto hubiera tenido lugar en La Habana o en cualquier otra parte del mundo: comunicar a través de la música, divertirnos. Claro, en este caso había que sumar la responsabilidad que teníamos de representar a nuestro país y a su tradición musical. Así que estuve nerviosa, como todas las veces que toco… ni más ni menos. «De cualquier manera, las impresiones fueron muy positivas. Los conciertos que realizamos tuvieron una maravillosa acogida por parte del público que abarrotó los recintos. También recibimos muy buena crítica, así que felices…», enfatizó la González, quien se regocija de veras de la pedagogía musical, sin pensar que ello le toma demasiado tiempo a su quehacer como concertista. «Disfruto mucho la pedagogía porque se aprende mucho. Y es muy importante estar en contacto con los jóvenes. El secreto está en descubrir el arte de traducir en palabras los fenómenos musicales. Hacerse entender. Imparto clases en el Instituto Superior de Arte desde hace 15 años y comparto mi tiempo entre mis alumnos y mi actividad como concertista sin muchos sobresaltos.
—¿Qué le suele aconsejar a sus alumnos? —
A mis alumnos les aconsejo no pocas cosas, trabajamos juntos muchos detalles técnicos y expresivos de las obras. Lo primordial es que el profesor sea capaz de despertar intereses en ellos, que salgan de la clase con ganas de investigar, de profundizar y que regresen a la clase con nuevas inquietudes. Eso, por una parte, y por la otra, considero que priorizo en las premisas de mi clase que el conocimiento no es exclusivo, porque es infinito, hay suficiente para todos, así que luchamos contra el egoísmo, porque todos somos colegas. Y eso resulta muy importante para mí, porque hay que ser un buen flautista, un buen músico y también un buen ser humano.
—Me sorprendió conocer que en pleno período especial usted andaba por Barcelona realizando conciertos para recaudar fondos para nuestras escuelas de arte...—
Sí. Fue un proyecto hermoso que me dio la oportunidad de regresar a mi escuela (Conservatorio Amadeo Roldán) con un enorme bolso lleno de accesorios para todos los instrumentos. Una experiencia que además me permitió asistir a las Masterclasses en las que conocí a Alain Marion, quien luego me recomendara para mi beca en Francia.
—¿Cambió de alguna manera a la instrumentista que ya era haber conquistado el primer premio en el Conservatorio Superior de París, en 1997?—
La verdad es que me sorprendió tremendamente, porque realicé los estudios de dos años en uno solo. Ahora mirando atrás reflexiono sobre esta experiencia y reconozco que la escuela francesa me aportó todo un desarrollo técnico invaluable, pero a la vez digamos que «academizó» mis interpretaciones.«Este fenómeno se está notando mucho en Europa: los instrumentistas tocan casi perfecto desde el punto de vista técnico, pero en la expresividad musical hay carencias, hay una especie de uniformidad interpretativa… Cuesta trabajo encontrar interpretaciones que conmuevan».
—¿Le resultó demasiado chocante empezar desde el principio en el Instituto Superior de Arte, donde se graduó con Diploma de Oro, tras la experiencia de Francia?—
Siempre he sido una buena estudiante y continúo siéndolo... Disfruto aprender. Sí, llegué con mi diploma del Conservatorio Superior de París, pero el título no era reconocido por el Ministerio de Educación Superior, así que terminé mi licenciatura en el ISA.
—¿Qué le aportaron a su manera de interpretar la flauta y el clarinete los cursos de perfeccionamiento orquestal organizados por la fundación Gustav Mahler bajo la dirección del maestro Claudio Abbado?Sobre todo aprendí que el trabajo en una cuerda de madera es una especialidad muy rigurosa. Es un trabajo que realizo ocasionalmente porque en general me desempeño más como solista. Pero cuando me toca integrar el conjunto lo disfruto mucho. Desempeñar el papel adecuado en el momento preciso forma parte de ser un buen músico.
—¿Qué representan para usted nombres como Alain Marion, Sophie Cherrier, Claudi Arimany, Andras Adorjan, Jean-Pierre Rampal, Michel Debost, Barthold Kuijken?—
Son y han sido mis maestros, así como Luisa Mercedes Hernández, Halina Kusiak, Luis Bayard, Jorge Miguel Bueno, Leo Brouwer, y muchos otros flautistas y músicos… Siento siempre una gratitud enorme de mi parte para ellos.
—Es difícil hablar de su quehacer y no pensar en Leo Brouwer: él la dirigió en su primer concierto con la Sinfónica Nacional; con frecuencia se le escucha a usted tocando su Sonata para flauta sola; participó una y otra vez en el Festival de Música de Cámara; también, patrocinado por el maestro, actuó en el Festival Internacional de Violáo, en Brasil...
—Haber nacido en los tiempos de un músico como Leo Brouwer constituye un privilegio. Sumémosle a eso conocerlo, trabajar con él… Es muy fuerte… Es un músico, compositor, guitarrista cuya creación es profundamente nuestra y a la vez universal. Es todo un Maestro. La verdad es que he tenido la suerte de no perderme eso.—
Después de formar parte de diversos formatos de música de cámara, comenzó a realizar una labor más estable como parte del dúo Ondina. ¿Qué la llevó a unirse a la pianista María del Henar Navarro? No es extraño verlas ofreciendo conciertos en las escuelas de arte, ¿por qué?
—María del Henar es excelente músico, pianista y amiga, casi familia después de 16 años trabajando juntas. El dúo Ondina rinde homenaje con su nombre al gran flautista cubano Roberto Ondina. Nos dedicamos a promover el repertorio universal y cubano para flauta y piano, y eso, inevitablemente, nos lleva a los jóvenes. En ocasiones hemos conformado programas con las obras obligatorias más comunes en los concursos internacionales de flauta y hacemos una especie de concierto interactivo con los alumnos.
—¿Qué busca una concertista de su talla en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana interesándose por el Diplomado Predoctoral en Patrimonio Musical Hispano? ¿No ha estudiado ya suficiente?—Nunca es suficiente… El Diplomado (recientemente han aprobado la Maestría) es fabuloso y un valioso complemento para los intérpretes musicales.
—¿Cómo conforma su repertorio? ¿Algún compositor que se le «resista» especialmente?—
Me resisto a la música que no logro entender, porque si yo misma no puedo convencerme cómo voy a hacer para mostrársela a los que la escuchan. Por lo demás, interpreto desde el renacimiento hasta lo más contemporáneo, pero tiene que decirme algo a mí primero para entonces ser yo capaz de transmitirlo…
—Premio Cubadisco 2003 por su ópera prima Flauta virtuosa. Luego vinieron Música de Cámara (dúo Ondina) y muchas colaboraciones en grabaciones (Silvio, Leo, José María, Ernán, Liuba, Chucho, Guido, Frank...). ¿Por qué no ha habido más discos en solitario?—
Estoy preparando un segundo disco con el dúo Ondina, una especie de homenaje a la escuela francesa. Mira, hace poco me hicieron la misma pregunta y la verdad es que no tengo justificación… Lo más cercano a una explicación que se me ocurre es que quizá sienta que una grabación es una forma de perpetuar la interpretación que ocurrió en un momento determinado, y que en la experiencia de tocar en vivo (que es lo que he realizado constantemente) uno cambia y crea. El disco perpetúa la forma en la que lo hiciste en ese instante, y creo que de alguna forma se pierden cosas… Pero bueno, en cualquier caso ya va a salir este año, sin falta, un segundo fonograma. Lo que sí puedo adelantar que las grabaciones fueron hechas como si hubiera estado tocando en una sala de concierto.
—Realizar la gira por los barrios con Silvio Rodríguez la ha puesto en contacto directo con la llamada música popular. ¿Qué ha significado esa vivencia para usted desde el punto de vista artístico y humano?\—Es una experiencia que no te la puedo comparar con nada. Es musical, humana, esencial… porque te recuerda de dónde uno viene. Lo más cercano a la experiencia de los barrios fue la gira por las prisiones. Esto de ir a la puerta de las casas de la gente y tocar es una verdadera fiesta. Este proyecto de Silvio tiene una trascendencia cultural muy grande y deja una huella profunda y positiva.
Juventud Rebelde; Jose Luis Estrada