Como tenía que ser, la llama viva del Apóstol ardió en la noche. Leo Brouwer, en su Festival de Música de Cámara 2013, enalteció a lo largo de una velada memorable, la frase que Martí lanzó tempranamente en 1891 para anticiparse a una realidad: "Cada año que pasa el 10 de Octubre crece, el alma cubana crece".
Amor de ciudad grande, título del concierto del último jueves en la sala Avellaneda del Teatro Nacional, abrió con obras de inspiración martiana del propio Brouwer, compuestas con 37 años de diferencia: Es el amor quien ve (1972) para voz, flauta, cello, violín, guitarras (sustituyen al vibráfono original) y piano, y Elegías martianas (2009) para flauta y piano.
La primera, cuya conducción fue asumida por el compositor, se enmarca en la etapa de búsqueda y experimentación a partir de lo que él mismo llamó alguna vez "la joven, hermosa y rabiosa vanguardia", cuando el lenguaje atonal y la construcción aleatoria desataban la más radical especulación sonora.
Para ejecutar una pieza de tal ambición y dificultad, los instrumentistas deben poseer una mente abierta y comprender la lógica del rejuego formal del autor. Leo fue afortunado al contar con la dúctil y penetrante voz de la soprano brasileña Adela Issa y la colaboración atenta de los guitarristas Silfredo Pérez (Venezuela) y Edelton Gloeden (Brasil), la flautista Niurka González, el cellista Alejandro Mar-tínez, el violinista Reyner Guerrero y la pianista María del Henar Navarro.
En Elegías se advierte la decantación del discurso experimental de tres décadas atrás, en función de un diseño sonoro que alterna sugerencias líricas y dramáticas sobre la base de secciones contrastantes, tanto en las dos partes de la obra como hacia el interior de cada una de estas. Aunque la partitura está pensada para el lucimiento de esa flautista excepcional que es Niurka González, grandes son las exigencias para el complemento pianístico. La empatía entre Niurka y María del Henar han hecho de este dúo uno de los máximos exponentes de nuestras agrupaciones de cámara.
Luego vino en el cierre el esperado recital de Pablo Milanés con canciones con textos de Martí musicalizados por él a inicios de los años 70, justo cuando bajo la égida de Leo —sorprendió a todos uniéndose al trovador en el tema final con la guitarra, instrumento que le dio fama mundial—, perfeccionó sus herramientas expresivas en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.
Para este cronista fue como repasar nuevamente las esencias de aquel juglar que desde el más rotundo filin, el legado trovasonero y la asimilación de giros melódicos de las escuelas renacentista y barroca —estampa que comenzó a empinarse desde la pantalla con el filme La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez—, cimentó desde entonces una poética original e inconfundible, actualizada ahora, en el caso de las apropiaciones martianas, mediante las versiones del tecladista Miguelito Núñez.
Fuente: Por Pedro de la Hoz. Granma
Disponible en: http://www.granma.cubaweb.cu/2013/10/12/cultura/artic02.html