Han pasado dos meses, y la arremetida del tornado que estremeció La Habana aún es visible por la ausencia de una cruz sobre la iglesia de la calzada que Eliseo Diego transformara en libro. Es el concierto número 100 de la Gira Interminable de Silvio Rodríguez y el cumpleaños de Santiago Feliú. La multitud aumenta con el atardecer. La conmemoración, entre festiva y nostálgica, tiene como antesala al grupo Rumbatá. Cubanos y extranjeros disfrutan del folclor, unos danzan con la soltura natural de un ritmo pegadizo, otros, contagiados con la alegría, esperan ansiosos.
Ya en lo que va a ser la parte central del concierto, suben al escenario los músicos acompañantes. Silvio viene detrás. Llega a su puesto. Se coloca los audífonos para la referencia. Toma la guitarra e inicia su canto; le acompaña un coro de voces dispersas por toda la amplitud del parque.
A la derecha del poeta, suena una flauta. El movimiento seguro y delicado de su intérprete hace de la libertad un color armonioso y las notas fugaces privilegian el oído expectante que, a ratos, empuña una maza, asiste a un parto o dibuja con óleo el escape de un amor. Es Niurka González Núñez la encargada de angelizar finales.
Ella es una habanera de 44 años, que disfruta el sonido de la música cuando se toca por primera vez. “Este acto tiene una gran magia, es como ser testigo de los primeros pasos de una criatura”. Hija de un artillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y una doctora especialista en Bioquímica, a primera vista la música no parecía ser una opción por la cual se decantaría. Aunque no piensa mucho en su pasado y, a veces, crea que ha olvidado cuándo la inocencia se traduce en sonrisas, tuvo una infancia feliz. “Llegará el momento en que el ritmo de vida me permita asumir una actitud más reflexiva y comience a desempolvar recuerdos”.
Con siete años quiere ser cantante y se une al grupo musical dirigido por María Álvarez Ríos: Meñique, que “se presentaba todos los sábados en una peña en el parque Lenin, en la casa Amelia Peláez”. Como parte del conjunto graba programas televisivos de educación musical y viaja a la Sierra Maestra para cantarle a los integrantes del “Plan Montaña”. La directora aprecia el potencial de la niña y recomienda a su madre presentarla a los exámenes de ingreso en la Escuela Elemental de Música “Manuel Saumell”. Asisten con bajas expectativas al proceso de selección. Para sorpresa de ambas, Niurka obtiene una plaza en la nueva escuela. Primeras opciones: flauta y guitarra. Decide cambiar la guitarra por el clarinete convencida por una profesora y se siente cautivada por este instrumento. Ya como estudiante, no consigue el puntaje suficiente para cursar la especialidad de flauta, que era su mayor aspiración.
En segundo año roban su clarinete, un hecho que la deprime y pone en una situación difícil respecto a sus estudios. Animada por una profesora de flauta, recibe clases del instrumento que no logró aprobar en su ingreso. Se empeña en continuar como flautista, participa en el concurso Amadeo Roldán y obtiene el primer premio. Excepcionalmente es autorizada a cursar doble carrera y se gradúa en ambos instrumentos. “En esa primera etapa, como no tenía flauta, aprovechaba cuando las alumnas regulares de la escuela estaban ocupadas en otras clases o jugaban, les pedía su instrumento y practicaba un poco. Eso duró hasta que la profesora Luisa Hernández me prestó su flauta y con ella estudié hasta que pude conseguir una propia”. Aunque en el trayecto, el clarinete ha quedado más a la saga, no ha renunciado por completo a él. “He grabado mis cosillas pero no lo estudio con el rigor que trabajo la flauta, así que para volver a sentirme clarinetista, debo estudiar mucho más”.
Con 16 años conoce a Leo Brouwer, quien la invita a tocar con la Orquesta Sinfónica Nacional y bajo su dirección debuta como solista. Esa relación es para Niurka, fundamental en lo profesional y personal. Colaboraciones musicales y vivencias en común matizan una amistad de la que se siente orgullosa.
Tres años más tarde obtiene una beca en el Conservatorio de París para continuar sus estudios de flauta. En la academia francesa construye una nueva manera de tocar e interpretar con seguridad para no cometer errores. “Los franceses han logrado desarrollar una sonoridad especial; como escuela, tienen muy claro cómo se toca la flauta y han sido capaces de sistematizar la enseñanza”. Utilizar lo aprendido en la escuela parisina mediante la libertad creativa, pensar y actuar como músico, más allá de ser flautista, fue para ella un momento determinante a la hora asumir riesgos. Ha pasado tiempo desde su residencia en Francia, pero admite que ha hecho descubrimientos a partir de su trabajo diario en aspectos de técnica y sonido.
Prefiere tocar obras con las que se identifica al entender sus esencias. Aunque también, como parte del repertorio a ejecutar, puedan existir otras con las que no sienta la misma conexión. “A veces tengo que interpretar algunas obras con las que no me identifico tanto; cuando se da el caso, trato de hacerlo de la mejor forma posible”. Como intérprete y oyente disfruta la música bien pensada, “no importa si es barroca, clásica, romántica, del siglo XX o XXI”.
Convertirse en fuente de inspiración de composiciones ideadas expresamente para ella es una de sus mayores alegrías. “Históricamente, en la música hay una relación estrecha entre compositores e intérpretes, una especie de retroalimentación. Cada vez que se crea una obra nueva para flauta se enriquece nuestro patrimonio musical”. Precisamente en la relación colaborativa, es donde ha podido apreciar el trabajo musical de los jóvenes y la continuidad creativa necesaria. “No deben limitarse ante ninguna circunstancia. Deseo que su entorno y realidad particular les proporcione las condiciones para crear. Los jóvenes deben ser sinceros y consecuentes con ellos mismos, hacer lo que deseen, siempre que crean en ello”.
Superficie, del compositor Daniel Toledo Guillén, es una de las obras interpretadas por la flauta de Niurka. “Cualquier cosa escrita en la partitura es de suma importancia para ella. No existe un virtuosismo vulgar en su ejecución, sino una musicalidad extraordinaria en su capacidad de entender cada detalle de la composición. Enfrenta cada momento de la pieza, sea fácil técnicamente o no, con la misma actitud. Es ahí donde radica la diferencia entre un gran músico a una persona que simplemente ejecuta la música. Es una intérprete centrada más en defender la obra, que en exhibir su abanico de posibilidades técnicas”, cuenta Daniel sobre Niurka.
Su carrera musical no ha quedado solo en el panorama de los conciertos y presentaciones; ejerce también como profesora en el Instituto Superior de Arte. Aunque en el mundo artístico sea difícil establecer escalas, Niurka considera su trabajo pedagógico como un aporte tangible. El magisterio es una faceta que disfruta y siente como un proceso creativo enriquecedor: “la clase de flauta se convierte en un aprendizaje mutuo”, confiesa. La experiencia, capacidad y sensibilidad personal, junto con el conocimiento acumulado, convergen en los momentos de impartir lecciones. En la práctica de un oficio de luz, las soluciones o modos de hacer son personales para cada estudiante, a quienes Niurka aprecia como seres únicos.
“La necesidad de explicar cómo lograr determinado resultado, te obliga a verbalizar procesos que a veces se realizan de forma intuitiva y hasta mecánica, hablando en términos más técnicos. Es convertir el acto creativo en un proceso de investigación, autoetnográfico”.
Yamila Delgado, también flautista y profesora, alumna de Niurka por un breve período, escribe sobre ella: “En aquel momento Niurka estaba con la niña pequeña, tenía mucho trabajo y también comenzaba a dar clases. Éramos cuatro alumnos. Todos los maestros cuando comenzamos, adolecemos de muchas cosas. Pero luego se hizo profesora titular y ha hecho un gran trabajo pedagógico con alumnos de toda Cuba, desarrollando un método de clases presenciales muy satisfactorio, con excelentes resultados. He tratado que todos los que fueron mis alumnos en el Conservatorio de nivel elemental “Alejandro García Caturla” estudiaran con ella después en los niveles siguientes. Nunca ha cerrado la puerta ni al más humilde guajirito. Recuerdo que prestó a uno de sus alumnos para graduarse su flauta, no permitió que hiciera un recital con un instrumento deteriorado. Su experiencia internacional le ha aportado mucho a la enseñanza del nivel superior en Cuba en los últimos 10 años, oxigenando el repertorio del instrumento. Niurka es una maestra rigurosa e inspiradora, muy dulce, con grandes valores humanos. La conocí hace 15 años. Puedo asegurarte que se ha convertido en la referencia de la flauta clásica cubana. Todos los flautistas jóvenes la quieren de profesora, sus movimientos y maneras de interpretar se reflejan en sus alumnos. Es muy simpático, porque pueden identificarse con mucha facilidad por los que la conocemos bien”.
Aprender a controlar los nervios para disfrutar el momento del concierto ha sido uno de los retos más grandes de Niurka. Es un proceso que ha evolucionado por etapas. Cuando era estudiante, canalizaba la tensión antes de presentarse en escena con disímiles rituales: los aretes de su abuela, un pañuelo específico, un té de tilo, costumbres que iban siendo más frecuentes, con nuevos aditamentos para sentirse relajada. “Hasta que un día dejé los aretes, no había tilo…y me dije: hay que tocar como sea”. Aunque ha dejado atrás supersticiones, continúa con un ritual que define como imprescindible: estudiar su presentación e ir bien preparada.
Su método ideal para salir sin presiones a escena sería: “Según la hora del concierto, hacer una caminata o alguna rutina de ejercicios. Disponer al menos de una hora para hacer un buen calentamiento con la flauta, luego tener tiempo de arreglarme y salir calmadamente para llegar un poco antes al recinto”.
Pero muchas veces lo cotidiano se impone con otras tareas: llevar a su hija a la escuela, clases, ensayos de otros conciertos donde participará, cocinar, organizar la casa, salir en búsqueda de algo necesario. Entonces aplica fórmulas para lograr que cuando llegue al concierto nadie note lo ajetreado que pudo ser su día: “En fin, hay que conciliar lo ideal con la realidad”.
Inevitablemente ha tenido que lidiar con circunstancias difíciles durante varias presentaciones, entrelazadas con sucesos tristes e incluso meteorológicos: la muerte de una de sus mascotas, o la angustia por el estado de sus instrumentos después de un concierto bajo un aguacero en la escalinata de la Universidad de La Habana. “Una vez en un estadio de Montevideo junto a Silvio había un viento helado y terminé con las manos congeladas porque la flauta era un hielo”.
Consciente de que su panorama de trabajo no cambiaría, decide ser madre y afrontar el reto de combinar la carrera de músico con la maternidad a los 25 años: “Mientras más joven, tendría más energía y fuerza. La verdad es que no me quejo. Aunque hay que ser malabarista para alinear todo lo que requiere ser madre, rectora de una casa, músico, esposa, hija, profesora… Ni siquiera podría afirmar cómo he sido capaz de hacerlo”.
Pero para Niurka, la gran obra es hacer que la persona traída al mundo se convierta en un ser humano de bien: “Como, por cierto, lo es ella”, dice orgullosa de su hija Malva. A pesar de sortear huracanes vivenciales, disfruta y se siente afortunada con su presente.
Aunque ha participado como jurado en certámenes nacionales e internacionales, afirma, por principio, no creer en concursos, mucho menos donde el arte esté involucrado. Sin embargo, entiende la existencia de estas competiciones y comprende su utilidad en el panorama actual, enumerando las oportunidades que ve para que los jóvenes se den a conocer gracias al “estudio riguroso, montaje de nuevos repertorios, creaciones musicales compuestas expresamente para las competencias. Hoy en día es casi imposible prescindir de ellos, absolutamente todo es por concurso: la entrada en los conservatorios, las oposiciones para las orquestas, etc. Se han convertido en parte de la carrera musical, que personalmente prefiero llamar ʽcamino musical’”.
Cuando le toca ser jurado, intenta que el resultado de la competencia resulte positivo y estimulante para quienes participan. Las habilidades en la ejecución son —para ella— las menos complejas para establecer calificaciones. Lo más difícil es, sin dudas, la subjetividad basada en la sensibilidad y los criterios personales de cada jurado sobre quienes pueden conmover o presentar propuestas interpretativas que cumplan las expectativas.
“También he tenido la suerte de compartir en jurados con colegas , grandes flautistas, muy competentes, que han hecho muy disfrutable la experiencia; aunque para mí el sabor, nunca es completamente dulce porque todos somos humanos y no somos dueños de la verdad, mucho menos en lo que al arte se refiere”.
En septiembre del 2010 inició junto a Silvio, Trovarroco y otros músicos invitados, la Gira Interminable: conciertos en barrios habaneros y de Cuba. “Fue en el barrio La Corbata. Silvio acababa de regresar de una exitosa gira por Estados Unidos y a los pocos días de llegar hicimos el concierto, que tuvo una carga emotiva muy grande”. Experiencia que considera para sí misma fundacional: “Una suerte de prolongación de lo que vivimos en la gira por las prisiones, que emocionalmente fue muy fuerte para todos”.
Niurka no hace distinciones de público, ni lo subestima nunca; para ella el barrio y la sala de concierto solo se diferencian en la circunstancia de la presentación: el silencio de la sala donde la respiración propia puede ser perceptible y el barrio donde existen otros sonidos ajenos a la música que, sin embargo, aprovecha para explorar matices, que influyen también en la percepción de lo transmitido. “Salvo detalles como esos, todo lo demás es igual”. Compartir experiencias, ideas y sentimientos llamados arte con el público que asiste a una sala para disfrutar de la música, o que la música toque puertas en los barrios donde ha sido montado el escenario, generan para ella el mismo compromiso. Confía en el ser humano, más allá de su “nivel cultural”.“En el lugar más insospechado habitan la sensibilidad y la espiritualidad”.
Le pido que escoja tres momentos significativos en su carrera y me responde con una cronología musical: “Cuando conocí a Leo Brouwer y debuté con la Orquesta Sinfónica Nacional; mi encuentro en Barcelona con Alan Marion en 1994, quien me hizo una carta de recomendación para estudiar en Francia y después fue mi profesor en París…”. Prefiere reservarse el tercer momento. “Soy optimista y quiero creer que me esperan todavía experiencias maravillosas”.
Su ritmo de trabajo no disminuye, aun con este presente complejo para todos; solo las presentaciones en vivo se han interrumpido, pero en las redes sociales gana el espacio que la pandemia truncó. Acompañada de su hija, junto a otros músicos o en solitario, comparte con el público presentaciones online, proyectos terminados y en progreso. Niurka no ha cejado en hacer del sonido de la flauta un tránsito hacia la belleza.
Por Sender Escobar
Fecha 8 de noviembre 2021
Disponible en: https://magazineampm.com/acerca-de-ampm/