La personalidad de Simone Dinnerstein marcó una de las últimas jornadas del IV Encuentro de Jóvenes Pianistas de La Habana, cuya convocatoria recién finalizada confirmó el arraigo y la significación cultural de un evento que cada año hace posible la confrontación entre la escuela cubana y otras del mundo.
Salomón Gadles Mikowsky, director artístico del Encuentro y laureado profesor de la Escuela de Música de Manhattan, tiene en Dinnerstein a una de sus discípulas favoritas y no es para menos. Después de la formación inicial a cargo del eminente profesor cubano, continuó estudios en el conservatorio Julliard, bajo la tutela de Peter Serkin (a quien recientemente escuchamos en La Habana con la orquesta del Bard College) y viajó a Londres para recibir clases de María Curcio. Al grabar en el 2007 las Variaciones Golberg, de Johann Sebastian Bach, su carrera ganó altura; el disco clasificó en el número 1 de la lista de álbum clásicos de Billboard y ello fue determinante para que tres años después el sello Sony Classical la firmara para su catálogo.
Su comparecencia en la Basílica Menor de San Francisco cubrió tres facetas: el piano como protagonista exclusivo (Sonata no. 11 en La mayor, de Mozart), el piano solista con acompañamiento orquestal Concierto no. 21 en Do mayor, de Mozart) y la música de cámara (Concierto de Brandeburgo no. 5, de Bach).
La sonata de Mozart es mucho más que su tercer movimiento, el famoso “Rondó a la turca”. Y eso fue lo que trató de hacernos saber la pianista al abordar la integridad de una obra que presenta muy interesantes y frescas variaciones en el primer movimiento y un minuet con trío en la fase intermedia, en los que se aplicó Dinnerstein de manera discreta.
En el concierto del compositor salzburgués estuvo lo mejor de su desempeño, en plena sintonía con la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana, conducida con acierto y estilo por José Antonio Méndez Padrón.
Mozart por Dinnerstein es imagen interiorizada en sus planos más sutiles, con predominio de lo que debe expresarse en cada momento, ajustada en articulación y dicción. Las cadenzas, sorprendentes, tomadas del genio innovador de Ferruccio Busoni.
En cuanto a Bach, la elección del quinto de los seis conciertos de Brandeburgo dio la medida de las cualidades desarrolladas por la pianista para la música de cámara y su notable identificación con el lenguaje bachiano, compartido con la flautista Niurka González y la violinista Jenny Peña, en un ejercicio de indudable jerarquía.